domingo, 23 de enero de 2011

La peste negra

Mañanas claras acompañan mi pesadilla, mi estrella quedo atenazada por las barreras de la tristeza, busco y no encuentro, camino y me paro, soy caminante de senderos sin regreso, estrechos que no alcanzan final de su profundidad, despierto cada día sin comprender quien soy, me realzo como doncella, para así, poder tener una buena imagen de mi, pues mi incógnita es por ti.
Me llaman hombre de las mil personalidades, fui mendigo cuando el rey era mi vasallo, capitán del barco de Santa María cuando Juan de Austria aun era un niño, fui y volví a América cuando Colon ni pensó ir a las indias, el conquistador de occidente sin aparecer el imperio romano en el mapa, soy el pastor de mis ovejas y su cómplice al buscarles pasto en estas tierras.
He perdido mi norte aun teniendo como guía al océano, he sido efímero cayendo por el pantano, asesino en cada cuadrilátero, el animal que busca su cena, pero todavía sigo esperando a que me llegue la respuesta, pues mi vida depende de ella.
Me miro al espejo y no comprendo, me veo distinto, igual mi esencia ya no es la misma, admiro mi indiferencia, pues casi parece que soy dos personas al mismo tiempo, como reflejo un rostro serio, y en paralelo, unos tristes gestos. Mi pasado se compone por dos estrechos: mi infancia y mi madurez.
Mi infancia quedó entre la niebla de la amargura, pues siendo niño era delito de mi familia, la mota de polvo de la que no merece la pena acordarse. Cada acto, cada hecho, retumba en mi corazón como plomo en yeso, vacio, calcinado, era la tumba en cada cena, el mal sabor que deja una carne mal hecha.
En mi pubertad, todo amaino, ya no era el patito feo del cuento, ya no causaba dolores de cabeza, ni estorbaba cuando la felicidad quería hacer entrada. Mis influencias dejaron de hablarme, mis amigos me consideraron como agua pasada, incluso mis pacientes hicieron de mí un chiste cuando el paso del tiempo abría en mí una herida, mi época terminaba, y yo sucumbí al naufragio.
Actualmente mi nombre es motivo de risa por aquel tiempo perdonado a causa del olvido, provoce dolor y sufrimiento, amargura y pesadilla. Me llaman la peste negra, y mi muerte supuso el renacer de la sonrisa en nuestros días.

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