lunes, 8 de noviembre de 2010

Felicidad en un cuento

-A veces me imagino que vuelo, a veces pienso que existo, y a veces, solamente a veces, me doy cuenta de que cada día es distinto, a día de hoy no puedo decir que sea una vida perfecta, ni siquiera puedo decir que este bien hecha, no porque no lo sepa, sino porque mi vida será como yo quiera que sea, no tiene que ser perfecta, basta con que en ella se encuentre la felicidad y la nostalgia, la soledad y la alegría, el castigo y la recompensa, la vida no ha de ser solamente sonrisas ni tampoco lagrimas, la vida debe ser la película de tus días, pero sobre todo, la lucha para conseguir tus sueños, porque en ellos reside el verdadero secreto, vivir cada momento como si fuese el último.

Mi nombre es Sam y me llaman cobarde, no porque mis acciones carezcan de valor, sino porque no me atrevo a recordar aquellas acciones que hice mal.
Para mí, el caminar por la vida es un sendero sin sentido, donde existe un final y hagamos lo que hagamos, no podemos perder de vista al destino que se acerca. Hay momentos en los que pienso que existir, puede haber sido un error que cometimos al pensar que la vida y felicidad van juntas de la mano. Tal no vez nos equivocamos, o tal vez no.

Era un triste día de invierno, las hojas caían, la lluvia golpeaba las ventanas de los coches al pasar, el ambiente es fúnebre, en la soledad de mi hogar prevalece la calma, la nostalgia se acomoda en mi cuarto de estar y la felicidad se ha ido de viaje al no aguantar más.

Se escuchan pasos, el ratón se esconde, el perro mueve la cola, el hombre despierta, se abre la puerta, pero no entra nadie. Sam se desconcierta, al minuto aparece un encapuchado, Sam pregunta:
-¿Quién va?
El desconocido responde:
-Las lagrimas de la felicidad al pasar.
Sam vuelve la cabeza y se pregunta. ¿es acaso un fantasma que viene a comunicarme el día del juicio final?
El encapuchado avanza y le tiende la mano, Sam desconfía pero al final le concede la suya, al sentir el contacto carnal siente un escalofrío que le recorre el cuerpo entero, y al momento, se desploma.
Sam abre los ojos y se da cuenta de que no está en casa, gira la cabeza y se encuentra a un hombre con la misma vestimenta que el encapuchado, pero este en cambio, se le ve el rostro, posee rasgos dulces, ojos claros y sonrisa alegre.
Sam pregunta:
- ¿Esto es un sueño?
El hombre responde:
-Eso depende de lo que quieras hacer con él.
Sam confuso contesta:
-¿Qué quieres decir?
El hombre le aclara:
-Si lo utilizas para olvidar, si lo será, pero si lo das como real para cambiar, serás capaz de conocer la verdad y así comprender la respuesta a la pregunta.
Sam sigue sin comprender, pero el desconocido le toca el hombro y lo tranquiliza.
Comienzan a andar y en el camino ven diversas imágenes situadas en las copas de los árboles. Sam se interesa en especial por una, la de un niño tumbado en el suelo con la pierna sangrando, posiblemente ocasionado por una caída, el niño sabe que la pierna está rota y que es de gravedad, pero en cambio, sonríe mientras mira a Sam .Este, sorprendido le pregunta al hombre el motivo de su sonrisa, a lo que le contesta:
-El niño sonríe porque la desgracia que le ha ocurrido ya es un motivo para ser feliz, pues se da cuenta de que está vivo.
Sam responde:
-Eso no tiene sentido.
El desconocido, con un cierto grado de humor añade:
-El niño sabía que eso le podía pasar, pero se arriesgo, no fue el destino la causa de esa caída, sino las ganas de sentirse vivo, porque para él, lo más importante no era vivir asustado pensando en lo que le podría ocurrir, sino en que cada momento que se consume es un segundo de vida que ya no podrá vivirlo de nuevo, por eso la causa de su sonrisa es saber que ese momento lo ha vivido, y lo podrá recordar como algo que ocurrió por arriesgarse a ser feliz y que no fue algo que paso por un destino que es el supuesto dueño de nuestra vida.
Sam sonrió por primera vez en mucho tiempo, pues comprendió el sentido de la vida, se dio la vuelta y vio al hombre alejarse poco a poco, salió corriendo para darle las gracias, pero sin saber cómo, la luz se fue apagando hasta no ver nada, y todo quedo en un sentimiento de felicidad depositado en el antes oscuro corazón de nuestro protagonista.
Sam, después de dos años, siete meses, cinco días y trece horas conectado a una máquina para poder sobrevivir, y sin tener más vida que la de su propia respiración, despertó.Nadie sabe que paso exactamente, simplemente ocurrió. Igual puede haber alguien ahí que sea nuestro ángel de la guarda y su cometido sea cuidarnos, pero está en nuestras manos ser felices sin vivir asustados por los peligros que nos acechan.

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